CHAMARTÍN, ESTACIÓN MÁS ALLÁ DE LA ESTACIÓN


MADRID



La palabra OPERACIÓN, tiene muchos significados, todos activos, dinámicos y fuertes,  muchas veces algo militares o quirúrgicos. Cuando se determina el lugar de la Operación, lo militar toma cuerpo y lo urbanístico aparece, aunque esta acepción no sea demasiado prodigada. Cuando se utiliza, debe sonar a algo grande y notorio; no es cualquier cosa, no significa una remodelación corriente; viene a ser eso que con cierta pedantería se llama HACER CIUDAD, que no es exactamente fundar urbes pero sí dar a éstas aspectos o contenidos algo fundacionales. Se piensa que tras la OPERACIÓN la ciudad ya no será la misma.
Para bien y muchas veces para mal, estas grandes actuaciones son muy publicitadas y el tiempo parece largo.  Es el futuro. Por eso los ayuntamientos o los gobiernos sacan a la calle, a los medios, el altavoz de la propaganda, pues los momentos electorales o pre-electorales andan o suelen andar cercanos, aunque estas cuestiones superen con mucho los cortos periodos que hay entre los distintos comicios.

José Ramón Montes,  abril 2018
Fotografía:  Txema Alcega



Madrid capital Villa y Corte conoce estas denominaciones y también, por ejemplo, la OPERACIÓN CAMPAMENTO, especie de Guadiana que aparece y desaparece entre meandros de dudas y crisis políticas.

En los años 90 del ya casi olvidado siglo XX, entre la aburrida rutina de los escándalos de corrupción política y administrativa, se empezó a hablar de una llamada OPERACIÓN CHAMARTÍN que se asociaba a la reciente estación ferroviaria abierta por completo en 1975.

El esquema ferroviario de Madrid había ido cambiando. El norte ya no era la hermosa fábrica de Príncipe Pío en el paseo de la Florida junto a la Ermita de San Antonio donde reposan los restos de Goya, la de las viejas visitas de Estado, la de la Cuesta de San Vicente, ni la estación de gallegos, asturianos y vascos. ATOCHA tenía mucho futuro y un presente glorioso con la Alta Velocidad de 1992 hacia Sevilla. Pero, ¿y el norte?

Rafael Moneo edificó LA PUERTA DE ATOCHA  y el TUBO de LA RISA.  Llenaban la Castellana, Recoletos y el Prado de trenes de cercanías que ronroneaban como gatos bajo el suntuoso eje longitudinal, pero CHAMARTÍN parecía pedir algo más.  La estación estaba bien, pero el espacio era inmenso y el norte siempre es el norte.


Surgieron las Torres de Kio y se hablaba de los entonces famosos Albertos y de otros figurantes del teatro bufo y dramático de la Corte de los Milagros de Madrid,  que tan bien hizo reflejar don Ramón del Valle Inclán. EL milagro se empezó a llamar OPERACIÓN CHAMARTIN con el gobierno socialista en decadencia, con el ahogo circulatorio, y vino el PLAN FELIPE para sacar a la Villa del atasco. Y poco a poco, la Avenida del Generalísimo se llamó Castellana hasta la Plaza de Castilla y, en torno a la estación de Chamartín, algo anodina en comparación a la Puerta de Atocha, apareció eso que tanto gusta al liberalismo imperante: EL FUTURO, LA MODERNIDAD, EL DESARROLLO, LA INNOVACIÓN, EUROPA,  LA APERTURA,  todo envuelto en la magia del nombre de CHAMARTÍN, la estación un poco olvidada que servía simplemente para eso, para traer y llevar personas, viajeros a los que el liberalismo gusta llamar clientes.  El mercado es totémico y debe dominar en el imaginario que los que viajan ya no son usuarios, son CLIENTES DEL MERCADO DE LA MOVILIDAD.

¿Y LA FAMOSA Y CANTADA OPERACIÓN?
 ¿D0NDE ANDABA?

Más arriba hemos citado al río Guadiana, que aparece y se oculta. Un manantial financiero, el BBVA, engendró DESARROLLOS URBANOS CHAMARTÍN DUCH. Vio en los enormes espacios vacantes del entorno de la estación un paradigma de expansión empresarial, de inversión de CIUDAD GLOBAL, un camino hacia la imitación de LONDRES, PARÍS, BERLÍN o  ROTTERDAM.

Pero siempre aparece la crisis, ese fantasma de la economía que ahoga o parece ahogar las expectativas por un rato de 20 o 30 años, y un MAL RATO VINO EN 2007 o 2008 y lo de Chamartín estaba parado, no había comenzado, era algo de un pasado casi frustrado.

Tampoco CAMPAMENTO había comenzado. Los cuarteles parecían testigos de una guerra perdida. Pero CHAMARTÍN estaba sin ruina, solo había vacío, y en 2016 0 2017 los sabios o gurús de la economía dictaminaron que la gran recesión ya había terminado y que era necesario poner en marcha el gran aparato. Entre los muertos a resucitar estaba y está LA OPERACIÓN CHAMARTÍN con el antiguo protagonista el BBVA, el Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad Autónoma.
Hacer mucho, edificar en grande, ordenar mucho territorio, pero ¿para qué, para quién?

Al parecer,  esto de la “financiarización de la Economía” va llevando a que lo económico es fin en sí mismo y que, en realidad, no ha de cumplir finalidades sociales o espaciales tal y como habitualmente se entienden. Un autor americano escribía que las torres de Nueva York se levantan simplemente porque hay dinero para ello aunque los edificios permanezcan vacíos. Esas torres se compran y se venden y eso es todo.

Francisco López Groh en un reciente debate afirmaba que si se realiza la operación CHAMARTÍN será la mera especulación, pues en Madrid sobran oficinas de alta gama, y cada vez sobrarán más ya que el aumento del trabajo en casa hará paulatinamente menos necesarios los despachos burocráticos. Este urbanista, sin despreocuparse de las formas y tipologías arquitectónicas, decía que lo importante es la sociología, la desigualdad que se genera y los desequilibrios del norte y el sur de Madrid.

Con aires triunfalistas, Francisco González. el presidente del BBVA, afirmaba de la OPERACIÓN CHAMARTÍN que no se sabe si beneficiará al banco pero en todo caso beneficiará a Madrid. No se sabe cómo,  pero ahí están sus palabras, las de un banco convertido en ONG. En la Edad Media, las generaciones que vieron comenzar las obras de una catedral nunca la vieron acabada.  Así parece que va a ocurrir con esta operación inmobiliaria gigante de la que en realidad no se sabe en qué va a consistir.

Si algo se intuye es que esto será EL NEGOCIO PARA EL NEGOCIO. Los fines sociales no aparecen por ninguna parte. Dicen que se acentuarán las diferencias entre la Ciudad de los Ricos y la Ciudad de los Pobres. El Sur se irá descapitalizando y el Norte abarcará cada vez más recursos.  Al tiempo, se seguirá manipulando el señuelo de la creación de empleo,  ese empleo cada vez más polarizado entre los altos y los más bajos niveles y cualificaciones.

La MOVILIDAD,  que dicen preocupar tanto en caso de llevarse a cabo esta operación, no se sabe cómo funcionará, ya que la afluencia de empleados, muchos en vehículo privado, producirá grandes atascos.  Nada se dice en claro sobre el futuro del transporte público como tampoco de las infraestructuras de acceso a los futuros edificios de oficinas.  Lo del medio ambiente queda para otro ratito.

El extenso y muy vacío distrito FUENCARRAL-EL PARDO se verá muy movidito, pero hay que saber con rigor como será ese NORTE, ese NUEVO NORTE, o esa PUERTA NORTE,  que ha crecido por un nuevo pacto entre el gran actor privado y el Ayuntamiento de Madrid, con el empujón del Ministro de Fomento Iñigo de La Serna. ¿Cuánto CHAMARTÍN hay en la caída de SANCHEZ MATO?

Se ha reflexionado sobre una operación que lleva el nombre de una estación, pero de tal área ferroviaria nada se ha dicho. Los ejecutivos liberales no suelen amar el colectivo del tren.  Para ellos,  están los automóviles de alta gama, eso sí, cada vez más ecológicos,  eléctricos o híbridos, como dice la publicidad. No parece que a estos colectivos de privilegiados les interese mucho personalmente como usuarios la proximidad de un gran acceso ferroviario, pero el sonido de la gran estación suena a centralidad, y la CENTRALIDAD, la determinada centralidad, interesa vagamente como señuelo. ¿Será para el turismo masivo? Recordemos a SANTS EN BARCELONA… En otro momento hablaremos un ratito de Chamartín-Estación, con su propio proyecto de ampliación y el bonito juego español de los anchos de vía.