Venezuela en vanguardia
(parte 1)
Marco Aurelio Rodríguez García
poeta y periodista Venezolano
febrero 2019
La agenda de una nueva escalada, que el Pentágono y el Departamento de Estado han fijado para Venezuela, vino con fecha: 10 de enero de 2019. Comenzaron, como lo habían anunciado, desconociendo la legitimidad de la presidencia de Nicolás Maduro.
Después de que EE.UU. recibiera reprimendas en la OEA y en la ONU, derrotas diplomáticas complejas y de escalas muy considerables -una en su propio "Ministerio de las Colonias", y la otra en la ONU, cada vez más cuestionada-, el escenario se complejiza y completa mediante una figura de gobierno paralelo con el autoproclamado Juan Guaidó, figura que en sí misma no tiene sustentabilidad, y que internamente no cuaja en la conciencia de la gente, pero que EE.UU. utiliza como catalizador para una nueva escalada de la consabida estrategia aplicada en Irak, Libia, Siria. Un cóctel desquiciado, que se bate en la mente de Trump y su pléyade de enloquecidos halcones.
Sin embargo, de este forcejeo diplomático se han obtenido resultados importantes: la retirada de Venezuela de la OEA, donde quedó claro que la conducta de los países que componen la nación latinoamericana es muy diferente a la de los países árabes; que su capacidad de movilización es mayor y que su dominio de los códigos jurídicos que rigen el mundo occidental –y su inserción y resonancia en el mismo-, es superior a la de los países árabes.
A fin de cuentas, el terreno de la diplomacia ha sido espinoso para los Estados Unidos y, aunque intentó utilizar a los miembros del Grupo de Lima contra Venezuela (como hiciera en su momento con los socios de la OTAN contra Iraq y menos exitosamente contra Siria), este lance, lejos de arrinconar a Venezuela, sirvió a Maduro –en lo comunicacional– para desnudar la estrategia injerencista norteamericana, desprestigiar a Colombia, por su política de aniquilación física de sus oponentes (internos y externos), y por ser un narco Estado.
En la batalla diplomática, el Grupo de Lima elaboró una misiva en la que se hace mención a un hecho ocurrido con dos navíos de exploración de yacimientos de hidrocarburos, contratados por la norteamericana Exxon Mobile, que se encontraban operando en agua jurisdiccionales de Venezuela. En ella, los países que componen el Grupo de Lima desconocieron que se trataba de territorio venezolano (punto 9 de la citada misiva). El boomerang funcionó cuando el presidente Maduro en su toma de posesión ante la Asamblea Nacional Constituyente dio un plazo de 48 horas a estos países para que se retractaran públicamente de tal afirmación expresada en ese punto 9, siendo que los barcos en cuestión estaban efectivamente en aguas venezolanas. Además, dicha afirmación toca un tema delicadísimo para Venezuela, como es el Esquivo, un territorio venezolano que Inglaterra ha pretendido arrebatarle a través de un juicio amañado.
Los países del Grupo de Lima debieron redactar uno a uno y enviar a la cancillería venezolana notas corrigiendo su error y ofreciendo excusas al gobierno de Maduro, so pena de ser objeto de medidas jurídicas por parte de Venezuela contra esos 12 gobiernos (1). Este fue el epílogo de la estrategia de las pretensiones territoriales como fuente de tensiones.
¿Y a qué se debe todo este preámbulo diplomático? A que uno de los frentes desarrollados por el presidente Chávez fue el diplomático. Más objetivamente: su tesis de creación de un mundo multipolar para el "equilibrio del universo", enfrentada a la doctrina Monroe que impone la máxima "América para los americanos", esto es: América para los norteamericanos, que confronta con el bolivarianismo.
De la guerra especial a la guerra multimodal
La historia de las relaciones entre Venezuela y Colombia desde sus inicios, está teñida por la inquina de Santander contra Bolívar; personajes que como en el drama Mozart y Salieri, de Pushkin, representan la pugna entre la gracia y la genialidad –encarnadas en Mozart–, y la maldad en Salieri. Bolívar, cuyo genio incomparable le condujo a la gloria única de ser padre libertador de cinco naciones y espíritu inspirador de la nación latinoamericana, y Santander, la sombra de la envidia que urde la traición. Traición que se manifiesta en que, al pactar con el monroísmo, mancilla la soberanía de nuestros pueblos.
La guerra multimodal a la que las fuerzas imperiales, EE.UU y la UE han sometido a Venezuela, comenzó hace mucho. Las apetencias de la oligarquía colombiana sobre el territorio venezolano, atiborrado de riquezas y con una posición geopolítica envidiable, hizo de Colombia un terreno fértil para desarrollar desde allí una estrategia de debilitamiento de Venezuela. El asesinato de Jorge Eliezer Gaitán originó en Colombia una rebelión popular que a la postre crearía una corriente migratoria permanente hacia el territorio venezolano. Esta corriente cobraría fuerza determinante a partir de los años 60, cuando se profundizó en Colombia una política de despojo de tierras a los campesinos, con el subsiguiente desplazamiento de la población rural, presionada por la lucha anti insurreccional de las fuerzas armadas, el paramilitarismo y los carteles de la droga.
Así, Venezuela cuenta hoy con más de seis millones de colombianos en su territorio. Una inmigración que no se caracteriza por poseer un nivel de preparación laboral relevante y que vino a engrosar los cordones de miseria de las ciudades más importantes de Venezuela, y que pesa sobre los planes de atención social del gobierno (30% de las 2.100.000 viviendas otorgadas a la población han sido para familias colombianas).
Venezuela había sido un país de destino de inmigrantes de muchas naciones del planeta, hasta que en fecha reciente el flujo corrió a la inversa. EE.UU. desarrolló una nueva estrategia: debido a las condiciones adversas ocasionadas por el bloqueo y las sanciones, la situación en Venezuela permitió desarrollar una campaña que empujaría a cientos de miles de venezolanos a emigrar hacia los países vecinos, en donde se desataría la xenofobia y se perseguiría lograr un escenario similar al de Yugoslavia.
Esa estrategia gringa llegó a su fin cuando decenas de miles de centroamericanos se desplazaron en caravanas hacia la frontera de EE.UU. Esta campaña de manipulación del flujo de migrantes terminó siendo inconveniente para los Estados Unidos. El mundo se enteró que en ese país encierran a los niños hijos de migrantes en jaulas y que por las condiciones terribles a las que son sometidos llegan a morir.
Actualmente cada vez son menos las noticias de persecución a venezolanos y venezolanas en los países latinoamericanos, luego del linchamiento de un ciudadano venezolano por una violación de la que fue objeto una ciudadana ecuatoriana: la degollina se detuvo cuando la prensa ecuatoriana identificó al verdadero violador como un ciudadano colombiano…
Afortunadamente el comandante Chávez tuvo clara la estrategia de penetración de nuestras fronteras físicas y culturales por parte de los gobiernos oligárquicos de Colombia; esta es una parte de la gran estrategia diseñada por EE.UU. desde hace mucho y que se reflejaba en la vulneración de la frontera venezolana por parte del ejército colombiano durante todo el siglo XX (así lo reflejamos en el artículo "Guerra especial", publicado en el diario El Impulso de Barquisimeto el lunes 7 de febrero de 1994).
Lo actual
Entre las peores sospechas sobre los motivos de la retirada de EE.UU. de Siria y Afganistán estaba el objetivo de centrarse en su patio trasero, y se cumplió. Todas las baterías están puestas sobre Venezuela.
La fecha para iniciar este nuevo ciclo fue el 10 de enero. Para la oposición interna, esa fecha sería motivo para su recomposición después de su más reciente descalabro, como resultado de la respuesta que se le dio desde el gobierno revolucionario y que fue apoyada por el pueblo, porque indudablemente fue el pueblo el que no dio resonancia a los actos terroristas de las guarimbas para desatar la "pelea de perros", como tan candorosamente llaman los norteamericanos a la guerra civil que pretenden generar con el terrorismo de calle.
Tampoco el pueblo brindó apoyo a la Asamblea Nacional en desacato, cuando esta se negó a cumplir con los procedimientos establecidos en la Constitución, al desconocer a Maduro como Presidente Constitucional y otros tantos dislates, que bien pueden ser objeto de tema aparte.
El pueblo venezolano se ha plantado frente a una enmarañada estrategia que tiene raíces históricas, algunas de las cuales son dignas de ser reseñadas: todos los esfuerzos de los Estados Unidos por impedir la conformación del Estado-Nación latinoamericano pueden resumirse en la doctrina Monroe, cuya efectividad ha sido indiscutible, sobre todo porque ha sustentado su implementación –no tanto en la supremacía bélica norteamericana frente al resto de los países del continente–, como en los sectores políticos que la han apoyado desde el interior de los mismos.
Nunca antes la política de fragmentación de la nación latinoamericana había sido tan necesaria para el imperialismo como en este momento, cuando está desmontando los logros alcanzados durante el flujo revolucionario que recorrió varios países de la región en la primera década de nuestro siglo.
En el campo diplomático, que es donde se están dando las batallas ahora, vemos a unos Estados Unidos heridos en los más importantes escenarios mundiales: ONU, OEA, e inclusive en el Parlamento Europeo, donde las voces disidentes se han visto reforzadas por vetos al apoyo a Guaidó.
Mientras Estados Unidos cifra sus esperanzas en una guerra civil en Venezuela, con huestes paramilitares incursionando desde tierras colombianas, Rusia y China han manifestado todo su apoyo al gobierno revolucionario. Un escenario inimaginable, en el que la confrontación de turno tendría lugar en territorio latinoamericano. Una guerra de largo aliento (lo más conveniente para el complejo bélico industrial norteamericano), en la que intervendrían grupos de apoyo de las organizaciones de izquierda, para la creación de los mil Vietnam, de los que habló el Che.
No sabemos si a alguien en los círculos de poder de los Estados Unidos le queda algo de sobriedad como para imaginarse la utilización de armas nucleares tácticas en su proximidad, porque esas fuerzas armadas querrán avanzar hacia su territorio. No somos esquizofrénicos, hemos visto los efectos del uranio empobrecido en la población serbia.
Para contener esos caballos de la imaginación, es preferible dirigir la mirada hacia paisajes más alentadores. Pensar que no son tan tontos como para agitar la marea de los bárbaros modernos, los que merodean cerca del muro de Trump y los que ya desde adentro harán peso para "menear el bote". Se han oído voces sobre la posible destitución del actual presidente de los EE.UU. No creemos que las cosas vayan hasta ahí, pero no deja de ser un escandaloso desbordamiento que a diario erosiona la supuesta rectitud política norteamericana. Nos inclinamos a pensar que tal destitución no ocurrirá, sino que, si el desbordamiento continúa, este podría ser el único período presidencial de Trump. Un debut truncado con una posible precipitada despedida.
De esta confrontación entre los sectores hegemónicos de la política estadounidense, ha quedado más clara la envergadura que tienen las triquiñuelas electorales en ese país, como es la inhabilitación de los votantes negros en el estado de Florida, o que en 2014 y 2016 fueran excluidos casi 16 millones de personas de las listas de votantes en Nueva York. Se estima que 58 millones de personas no están en el registro electoral porque se han puesto en uso trabas burocráticas para que los ciudadanos puedan incorporarse a los padrones electorales, sin mencionar las ingentes sumas de dinero que son invertidas en propaganda y compra de votos por los grupos de influencia, lo que determina el resultado de las votaciones.
Esta es tan solo una ínfima enumeración de factores que están desacreditando el modelo de democracia norteamericana. Esta situación no es nueva. Lo que sí es nuevo, es la imposibilidad de las oligarquías y del gobierno de ocultar el fraude. Existen condiciones que han hecho a los ciudadanos cuestionar la justeza del sistema electoral cuando, por ejemplo, G. W. Bush alcanzó la presidencia después de haber obtenido un número de votantes inferior que Al Gore, incluyendo la larga espera para que el organismo comicial estadounidense emitiera un resultado de las elecciones.
¿Así van a insistir en la legalidad de los resultados de las elecciones en Venezuela? ¿Continuarán poniendo en duda el sistema electoral más perfecto de nuestra historia, según palabras del expresidente norteamericano Carter?
La derecha internacional hace contorsionismos retóricos tratando de demostrar ahora que aquello de derechas e izquierdas nunca existió, que en verdad la lucha ideológica es una playa ontológica donde la arena se confunde con las olas y el cielo con el mar y que en fin no hay fronteras. Estamos pasando del fin de la historia al fin de las ideologías. Los viejos laboratorios quieren desmontar la modernidad, el postmodernismo, el neoliberalismo y poner a funcionar partidos de pseudo izquierda con nombres de detergentes…
Hablar desde el campo del pueblo
Ahora toca a la revolución bolivariana dar el vuelco, arrasar con todo lo que haya que arrasar: oportunismo, liberalismo, corrupción y compadreo, y renovar sus cuadros abriéndose a los sectores radicales. Pero hablar en el campo del pueblo en un proceso tan complejo exigirá tratar este tema de manera exclusiva.
Por ahora, en lo comunicacional, debemos acabar con la guerra de rumores, endurecer el ambiente en lo referente a la propaganda de guerra que llega al país, a través de agencias estatales como la BBC, que es megáfono del gobierno inglés o la CNN del gobierno de EEUU.