HUMANISMO, CULTURA Y CONTRADICCIÓN EN PRESENCIA


José Ramón Montes, octubre 2018
        
Astor Piazzola, el músico porteño que elevó el tango suburbial a la categoría de ser parte de la música culta, escribió una pieza inolvidable que tituló BUENOS AIRES HORA 0,  el mejor nombre para una reflexión sobre urbanismo a punto de arrancar la tercera década del siglo XXI.  Esa hora es la incertidumbre, la alarma,  el peligro inminente, lo contrario a esa estabilidad aborregada que idealizan los mercados, ellos tan llenos de miedos aunque con la boca pequeña estén siempre elogiando el riesgo.

;¿Qué es hoy el urbanismo?, ¿qué modelo de convivencia pretende?  En definitiva, ¿cuál es su humanismo?

En un momento histórico en el que más del 70% de la población vive en ciudades, la dicotomía campo/urbe ha perdido casi su sentido, pues incluso el campo industrializado ya no es propiamente rural, es “otra cosa”.

60 años, y a la deriva los 60 pasaron, y el porvenir...


Al finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945, se creyó que el mal había sido derrotado. Ya teníamos un enemigo para las películas y las series de la televisión, LOS NAZIS. Lo demás era maravilloso. Apareció entonces una ciudad NUEVA YORK, que reunía todas las virtudes del triunfador y que existía antes, pero que no era la estrella rutilante.




Tras MANHATTAN PARÍS, tan hermoso, pero en esa Francia no muy triunfalista, empezó la reflexión crítica, el inconformismo, la apreciación de las deficiencias, las lagunas, las imperfecciones.  Y los arquitectos, los sociólogos, los geógrafos, y algunos juristas honestos se empezaron a plantear la insatisfacción y una palabra que se inventó en Francia hacia 1910, tomó protagonismo y empezó a llenar las primeras páginas de los diarios y a ser el eje de mil congresos y simposios.  Llegó la hora del URBANISMO que, como tantas otras cuestiones, ya existía pero no había alcanzado el protagonismo.


Resulta que en las enormes ciudades se iba decantando un creciente número de habitantes que vivía mal, de seres humanos para los que la ciudad era cada vez más inhumana.  El vaciado de los campos produjo la suburbanización,  el chabolismo y las villas miseria. 
Resulta que PARÍS, MADRID o ROMA tenían en su reloj La Hora 0, que no se quedó en Buenos Aires.


     y ¿el urbanismo?

Los romanos y los virreyes españoles de Indias fundaron ciudades. Eso ya no se hace, pero lo que era fundación se ha manchado  de aceite en extensión infinita. Ante el gran malestar, como siempre ha ocurrido, el poder se ve obligado a tomar medidas y el temor a la sublevación reúne la tecnocracia y la represión. PARÍS, como casi siempre, va por delante. Tras 1848 y los tumultos de LA COMUNA, se organiza el GRAN URBANISMO. 

Se despeja el dédalo de callejuelas y se abren grandes arterias para la circulación y para situar mejor las ametralladoras represivas. Hay mucho URBANISMO pero muy poco HUMANISMO. Todos estos grandes movimientos van acompañados de enormes episodios de corrupción municipal  y nacional, surgen grandes fortunas de la nada y se asienta la idea de los que hoy llaman EMPRENDEDORES. Pero la población va tomando conciencia y junto a las reivindicaciones laborales va creciendo la idea de “El derecho a la ciudad”, ese ¿para quién es la ciudad?


En los años 90 del pasado siglo, un agudo periodista y escritor americano, publicó un fuerte retrato de NUEVA YORK a la que Tom Wollfe llamó con gracejo LA HOGUERA DE LAS VANIDADES

 Esa era la ciudad del orgullo, el enriquecimiento, el despilfarro, y hoy vemos como uno de los representantes más calificados de ese juego de ricos ha conquistado el máximo poder mundial.



Ese algo de humanismo que asoma

En otros tiempos, ya casi olvidados, se inventó lo del PLANEAMIENTO.  Había que ordenar la expansión de las ciudades, era necesario embridar, aunque fuera un poco, el afán de lucro y dar un  sentido algo humanista a la utilización del espacio. 

En la BARCELONA burguesa del siglo XIX, se redactó un Plan de Ensanche por el ingeniero militar Ildefonso Cerdá. En MADRID Corte de los Milagros, Arturo Soria intentó una CIUDAD LINEAL y Carlos María De Castro planificó los Ensanches del BARRIO DE SALAMANCA y de CHAMBERÍ,  un urbanismo de “clases medias” con esa moderación galdosiana del medio pelo,  un urbanismo no humanista pero menos inhumano,  ese quiero y no puedo de la burguesía madrileña que don Benito retrata tan bien en su novela sobre LAS MIAU que es una familia,  no un gato.

Henry Lefebvre, un urbanista humanista en el París del 68


Con esto del Cincuentenario y en un tiempo muy distinto, la memoria vuelve a aquel año en el que se decía que la arena de la playa, es decir el placer, se hallaba bajo los duros adoquines de la calle. El pavimento ha cambiado desde luego y bajo el asfalto seguramente estarán líneas digitales transmitiendo publicidad económica. Pero entre los que movían aquella agitación juvenil, estaba un destacado urbanista de izquierdas, Henry Lefebvre, un sociólogo de inspiración marxista e investigador profundo del hecho urbano, que proclamó con fuerza EL DERECHO A LA CIUDAD, es decir, precisamente, eso de LA CIUDAD PARA LOS SERES HUMANOS QUE LA CREARON, siendo ese hecho histórico uno de los acontecimientos más importantes del devenir humano. La ciudad es para habitarla, es la tesis del libro que tiene ese título, no es un instrumento de la economía. La ciudad es el hábitat característico de los hombres y las mujeres, por eso la sociedad y el poder político deben intervenir en el espacio urbano. El urbanismo es técnico pero no debe ser tecnocrático. Los ciudadanos son responsables de su ciudad. No en vano lo político nació etimológicamente en las ciudades, polis o urbes.

El economicismo liberal roba el derecho a la ciudad y la convierte en objeto de comercio y codicia en esa HOGUERA DE LAS VANIDADES que subyuga a Nueva York. Lefebvre es un fundador del urbanismo como sentido de lo público. La ciudad no debe ser nunca un parque temático. La calle es para el encuentro y no mera vía de circulación. Tal vez, de lo contrario, terminemos por dar la razón a una comedia que protagonizaba Paco Martínez Soria y que se titulaba La ciudad no es para mí”.

Un día se hacía planeamiento como el PLAN GENERAL DE MADRID DE 1985. Pero el liberalismo no quiere directrices ni finalidades,  quiere rentabilidad a corto plazo.

Con esto de los brotes verdes y de las falsas recuperaciones, que la inmensa mayoría de la gente no percibe, lo urbano se hace enemigo del usuario, del habitante, y a la menor posibilidad emergen   las más feas expresiones de la CIUDAD NEGOCIO. Ya no se sabe para qué se construyen edificios costosísimos cuando sobran oficinas, pero la economía según parece lo exige,  la actividad no debe detenerse, el ciclista del negocio urbano tiene que seguir pedaleando. 



POR ESO EN MADRID YA TENEMOS, ENTRE OTRAS BARBARIDADES, LA OPERACIÓN CHAMARTÍN Y LA NEFASTA OPERACIÓN CANALEJAS.



HAY QUE ELEVAR NUEVAMENTE LA CONCIENCIA CIUDADANA Y RESTABLECER EL PRESTIGIO DE LO PÚBLICO.

La política de la ciudad es de todos los ciudadanos.   De lo contrario nos encontraremos con aquella crítica mordaz que Fernando Ramón hacía, hace más de 20 años: al mal hacer ciudad no debemos caer en la MISERIA DE LA IDEOLOGÍA URBANÍSTICA.